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jueves, 3 de diciembre de 2015

Lo incomprensible




Lo incomprensible


La madre entró en la habitación de su hijo de once años sin llamar. Siempre había tenido ese defecto. Pero lo que vio le cerró la boca. Varios días antes se había dirigido a él, intrigada.
-¿Con quién hablas cuando estás en tu cuarto? Que yo sepa no te he comprado un móvil. Sabes que no lo tendrás hasta los catorce años.
-Pero sí tengo ordenador, y una buena conexión a internet. No puedo decirte más.
Y así había acabado la conversación. Estaba claro que su hijo hablaba con alguien desconocido a través de la pantalla. Aquel día no dijo nada más, pero siempre tuvo la mosca detrás de la oreja. Y cuando aquella tarde le oyó hablar de nuevo, no pudo reprimirse y entró. Y, como decía, lo que vio le aterrorizó.
El monitor mostraba la imagen de un ser que no llevaba ropa, era alargado de talle, de piel marrón claro, con unas grandes orejas de soplillo que salían al menos quince centímetros de la cabeza, que carecía de pelo, y cuya boca era circular, y su nariz era un tubo acabado en un anillo grueso en la punta. Los ojos eran grandes y almendrados. Parecía estar sentado, y hablaba cuando ella entró. Su voz era gutural, probablemente como consecuencia de aplicarle un programa decodificador y un traductor al castellano. La voz sonaba distorsionada.
-No te preocupes, X-19, se trata de mi madre. No puede estarse quieta.
-¿Qué es eso? –preguntó ella visiblemente inquieta.
-Mamá, te presento a X-19, mi amigo de las estrellas. Es extraterrestre.
-En… cantada –contestó sin saber bien cómo reaccionar.
-Mamá, X-19 y yo llevamos días charlando sobre cómo es la Tierra y cómo somos nosotros los terrícolas. Pero hay cosas que a él le cuesta entender.
-No entiendo concepto tuyo de vida. Tú explica –dijo el ser.
-Pues es así. El planeta está dividido en trozos. Cada uno nace en un trozo y digamos que ese ser pertenece a ese trozo.
-¿Trozos?
-Sí, pedazos de tierra, porciones… se dice de muchas maneras: países, naciones, regiones. Todo eso es porque cada trozo habla una lengua distinta y sus costumbres también sos distintas.
-Eso entiendo. Pero no entiendo tú naces en trozo y no puedes ir a otro trozo.
-No puedes sin unos papeles, unos documentos que te piden. Si vas a otro trozo sin pasaporte o visado, no te dejarán pasar, aunque en tu trozo haya guerra, no quede nada que comer o corras peligro.
-¿Pero no ser todos habitantes de planeta? ¿Para andar por planeta necesita papeles?
-Eso es. Ya lo vas entendiendo.
-Tú dijiste antes, “no quede nada que comer”. ¿No comen todos?
-No. En la Tierra hay unos pocos seres que tienen el acceso a toda la comida, pero la mayoría pasa hambre y muere por eso.
-No entiendo si hay comida porque no todos comen.
La madre empezó a sentirse más cómoda al comprobar que el ser se sorprendía de los defectos y desigualdades de este mundo.
-Porque unos pocos poseen la riqueza y explotan al resto para conseguir dinero para comida.
-¿Dinero qué es?
-Es… uff…
-Deja que yo te ayude –dijo la madre-. Dinero son trozos de papel o piezas de metal fundido a los que se le da un valor. La gente trabaja para conseguirlos, y luego tú vas a algunos sitios con esos papeles o esos trozos de metal y los das a cambio de comida y lo que necesites. ¿No pasa lo mismo en tu mundo?
-No, mamá –dijo el ser, pensando que aquel era nombre de la mujer-. Nosotros comemos. Todos comemos. No dinero. No trozos. Nosotros andamos libres por planeta. No papeles. Nosotros nacemos, crecemos, tenemos hijos, y comemos siempre. No trabajar, sólo vivir, comer, viajar. Quien quiere hace cosas, quien no quiere no hace.
-¿Y os matáis entre vosotros? Nosotros sí. Hemos inventado la guerra. En la guerra muere mucha gente. Mueren niños. Eso es lo peor.
-¿Matáis? ¡No, matáis no! Nosotros tenemos paz. No daño, no enfados. Cuidamos niños, amamos. Amamos a todos. Vivimos muchos siglos. Yo tengo doce.
-¿Doce siglos? ¿No tenéis enfermedades?
-Doce. No enfermedades.
-¿Y religiones? ¿Tenéis dioses?
-No. ¿Qué es “dioses”?
-Si no los tenéis, mejor que no empecéis con eso. Os va mejor así, créeme.
-Yo veo que no quiero planeta con enfermedades, guerras, trozos, hambre. No ir a la Tierra. No entendemos.
La madre y el chico se miraron. Tampoco lo entendían. El ser dijo adiós y ya nunca volvieron a saber de él.
Pero la conversación se quedó para siempre en el corazón de ambos. Había planetas en los que la gente no poseía la tierra, era de todos por el simple hecho de haber nacido, y por ese mero hecho también se comía, todos lo hacían. Y no conocían las guerras, los territorios, el dinero que todo lo corrompe, las religiones que siempre han sido causa de desencuentros entre los seres humanos. Todo ello convertía al planeta de los humanos en una sociedad incomprensible para otras civilizaciones.
Para ellos y también para los atribulados habitantes de la Tierra.





Lo incomprensible de Susana Villar está subjecta a una licència de Reconoixement 4.0 Internacional de Creative Commons 




2 comentarios:

  1. Pues un canto! A la desesperada busqueda de libertad tan inherente a lo humano y tan alejada de nuestra cotidianeidad hecha a...trozos!!

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  2. ¡Lo has clavado! Exactamente eso quería expresar. Gracias por tus siempre más que lúcidas intervenciones.

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